Nadie me espera.
Sin contar las hora porque
para mí ya no existen,
con los bolsillos vacíos porque
no me interesa llevarlos llenos,
camino sin rumbo y sin metas.
Contándole mis penas a
callejones vacíos, a
solitarias avenidas,
ahogando mis penas en
el trago, descubriendo mi
pecho traspasado de dolor
a la luna, rogándole
a las estrellas que bajen
hasta esta indolente tierra,
porque necesito abrigo.
¡Que no hay nadie en casa, le digo!
¡Nadie espera a este pobre mendigo!
¡No hay fogata encendida!
¡El pan desapareció de mi mesa!
solo quedan cuatro paredes,
una habitación vacía
y una cama con aroma a
pasado, que me recuerda lo que
sucedió allí durante años.
Mónica.
Ruth Mónica Muñoz R
Derechos de autor.
Chile.
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