Amargo dolor
No hay miel que endulce mi lamento
ni medicina que cure la enfermedad
que estoy padeciendo, no hay manos
tan suaves como las suyas,
ni paisaje más bello para recrear mi vista.
Un estruendo escucho y me martiriza,
relámpagos que se parten en dos mi cabeza
entre fuego y cenizas,
un mar bravío, profundo y extenso.
No queda nada después de tu partida,
solo un espacio vacío, lúgubre y frió,
volaron las mariposas de mis manos,
no hay pastos para el pastor y su rebaño.
Cerraré los ojos en pleno día, porque la noche
se avecinará, y la lluvia de un crudo invierno
sus lagrimas derramará, y el ajenjo se sentirá dulce,
ante la amargura de tu partida.
Mónica.
Ruth Mónica Muñoz R.
Derechos de autor.
Chile.
No hay miel que endulce mi lamento
ni medicina que cure la enfermedad
que estoy padeciendo, no hay manos
tan suaves como las suyas,
ni paisaje más bello para recrear mi vista.
Un estruendo escucho y me martiriza,
relámpagos que se parten en dos mi cabeza
entre fuego y cenizas,
un mar bravío, profundo y extenso.
No queda nada después de tu partida,
solo un espacio vacío, lúgubre y frió,
volaron las mariposas de mis manos,
no hay pastos para el pastor y su rebaño.
Cerraré los ojos en pleno día, porque la noche
se avecinará, y la lluvia de un crudo invierno
sus lagrimas derramará, y el ajenjo se sentirá dulce,
ante la amargura de tu partida.
Mónica.
Ruth Mónica Muñoz R.
Derechos de autor.
Chile.
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