Tu recuerdo no me hará más daño...
.
Fue tu voz:
como una aguda espada,
como,
un eco ensordecedor
que traspasó mi alma.
Me dijiste
que la casa te ahogaba
que necesitabas
un espacio libre para volar,
que te marchabas,
cerraste tras de ti la puerta
y ese sonido agudizó aún más mi dolor.
Para tu huida
preparaste solo una maleta,
muchas de tus cosas las dejaste
¿por olvido, o por algún eventualidad?
es esa la pregunta
que taladra mis sentidos...
De nada me he desecho,
aunque, aveces, no lo niego,
riego tu ropa por el suelo
luego voy, la doblo y la guardo
como lo hacía antes,
cada cosa en su lugar correspondiente.
¡Pero, sabes!
no encuentro el lugar adecuado
donde guardar mi corazón,
él también te pertenecía
y lo dejaste abandonado,
¡¿Como recojo, doblo y guardo
un corazón masacrado, envenenado,
del cual no deja de brotar amargura!?
(Eso, no lo he logrado)
Ni por más que lo intente
este sensible y delicado corazón
parece tener miedo de todo,
hasta de mí,
y se me escapa cada vez
que necesito hablarle,
decirle, contarle, convencerlo
de que existe más de un curandero
que puede salvarlo,
levantarlo de su agonía,
inyectarle nuevas fuerza
y deseo de vivir.
Y así sigo cada día,
entre la que fui y la que soy,
intentando ver el sol
despues de una tormenta.
Aunque estés distante
yo sigo siendo la misma,
no he cambiado la estúpida manía
de esperarte para compartir un café,
de salir por las tardes,
mirar la puesta de sol,
soñar con elefante corriendo sobre la nubes,
saludar a la noche, y,
responderle la sonrisa a la señora luna...
Se me olvida que ya no estás
y casi siempre al montar la mesa
pongo un puesto más aparte de mío.
Eres parte de mi reminiscencia,
me resulta imposible negarte la entrada
cuando mi mente se remonta
a tiempos pasados.
¡Si te fuiste porque deseabas ser libre!
¡Si te marchaste porque mi amor te ahogaba!
¿¡Que haces dejando tanta cosa tuya
en un lugar que ya no te era grato!?
Mañana, me sentaré a la mesa
pondré como siempre un cubierto extra,
compartiré unas palabras
con la señora angustia,
con la señora soledad,
beberemos hasta emborracharnos
del veneno que me dejaste como regalo,
mataremos juntas tu recuerdo,
y nada ni nadie podrá juzgarnos.
.
Mónica
Ruth Mónica Muñoz R
Derechos de autor
Chile.
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