¡Sin un adiós, sin una despedida!
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Por tu cobardía.
se fueron nublando mis días,
mis ojos, no divisaban ya la esperanza,
tu amor, se me escapaba de las manos.
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Te comencé a sentir lejano,
ausente aunque estabas a mi lado,
callar fue tu peor cobardía,
fingías, no decías nada.
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Pretendí que me abrieras tu corazón
y el letal dardo clavaras en mi pecho,
pero seguías callado, optabas por el silencio.
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Fui yo quien tuvo que dar el paso
abrir la puerta e impulsarte
para que alzaras el vuelo
con dirección a otros brazos.
Y así, calladamente
te marchaste a un confín lejano
donde mis manos no podían tocarte.
Yo, me quedé vacía y sola
rodeada de nostálgicos recuerdos
odiando tu cobardía
y que no te atrevieras a
decirme, que ya no me querías.
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Año: 2011.
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No sé si te di mucho o poco
si las caricias que te ofrecí,
las di en demasía.
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Enmudecida tu voz
me carcomía el cerebro
me raía las entrañas.
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Y así, pasó el tiempo,
como un fantasma
te paseabas por la casa,
ya no eras el que me enamoraba.
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Primero se marcharon tus caricias
luego tu mirada,
le siguieron tus palabras,
y sin requerir esfuerzo
se les unió el total olvido.
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De que en casa existía una mujer,
que esperaba una explicación
de quién era su marido.
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Como un ladrón te marchaste
tu cuerpo no resistió la presión,
cobijado por la noche desapareciste,
sin decir ni siquiera, adiós.
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Lo cobarde de esta historia
lo escribiste tú
con tinta de sangre,
en las paredes de mi corazón.
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En el espacio gigantesco
que se convirtió mi habitación
la que guarda los secretos
de lo que fue un amor.
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Te marchaste con la noche
¡Sin un adiós, sin una despedida!
Mónica
Ruth Mónica Muñoz R
Derechos de autor
Chile.
Año 2016
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