Dos que a él le gustaban.
-
Como dos campanas mecidas por el aire
sobre su regazo se movían
las redondeadas montañas
esas dos, que son mías.
Rosadas, pálidas a veces, respingadas,
duras, erectas, dando pinceladas
sobre el húmedo pecho varonil que las sujetaba
esas dos, que son mías,
dos que le entregaba,
como a un niño hambriento
que las necesitaba.
Y se movían, y flameaban
aplaudiendo el concierto
de gemidos y respiración entrecortada
que dos cuerpos creaban,
esas dos que son mías,
dos que a él le encantaban,
y que tenían el poder de subyugarlo
cuando las acariciaba.
.
Derechos de autor/Chile.
No hay comentarios:
Publicar un comentario