domingo, 23 de julio de 2017

Dos, que a él le gustaban


Dos que a él le gustaban. 
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Como dos campanas mecidas por el aire 
sobre su regazo se movían 
las redondeadas montañas 
esas dos, que son mías.
Rosadas, pálidas a veces, respingadas, 
duras, erectas, dando pinceladas
sobre el húmedo pecho varonil que las sujetaba
esas dos, que son mías,
dos que le entregaba, 
como a un niño hambriento 
que las necesitaba.
Y se movían, y flameaban 
aplaudiendo el concierto 
de gemidos y respiración entrecortada 
que dos cuerpos creaban,
esas dos que son mías,
dos que a él le encantaban,
y que tenían el poder de subyugarlo 
cuando las acariciaba.
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Derechos de autor/Chile.

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