Recuerdos que me dan pena.
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Vi como anochecía en sus ojos,
como poco a poco su luz se iba apagando,
vi como un silencio enorme
invadía la habitación
donde muchos lloraban.
Apareció en mí,
un gris pensamiento
siempre me creí la mas alegre
pero esta vez, me agobiaba
la pena y algo traspasaba mi pecho.
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Nunca había sentido
tanta amargura junta,
que hasta la saliva que
tragaba, se transformaba en hiel,
en tripas se convertía mi espíritu,
sin más ni más me dominaba un ente,
y ya no era yo, de pronto,
fui una hoja seca
arrancada de la rama que me cobijó...
El otoño se me vino abruptamente,
de mis veinte años y tanto,
se me acumularon cincuenta
Ya tenía más de setenta
sobre una madures hecha añicos,
por una despedida.
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Y grité:
¡Padre, que vas a hacer dormido,
falta tanto por vivir, y tú,
te haces el desentendido!
¡Mientras yo que no pedí esta tristeza,
ni que tú fastidiaras mi vida
de esta forma tan abrupta,
me tengo que quedar
con el corazón partido,
porque se me marcha un amor,
mi padre, mi amigo!
Tus ojos no me quisieron ver,
ese grito de dolor,
solo se lo dediqué a él,
y al viento,
no traspasó la habitación,
nadie, nadie, me escuchó.
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Seguí siendo una mujer grande,
a la que no se inmuta ante el dolor.
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Cuando en sus ojos anochecía,
cuando la luz de él se apagaba,
comenzaba para mí
un cruento invierno,
mi agonía,
días grises y de torrenciales lluvias,
aguaceros que hasta el día de hoy,
no cesan.
Hoy, hay un hielo en mi interior
que se empeña en congelar mis huesos,
cada ves que miro hacia atrás,
y repaso hermosos momentos.
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Mónica.
Ruth Mónica Muñoz R.
Derechos de autor.
Chile 1999.
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