lunes, 15 de junio de 2015

UNA GRAN BENDICIÓN


Una gran bendición.

Fue en un día cualquiera pero muy distinto a los demás. 
La mismas habitación, las mismas cortinas, el mismo sol 
entrando por la ventana y el mismo hombre con el que se 
acostó hacían más de veinte años, el que aún compartía 
su cama, nívea de pensamientos pecaminosos.
Se levantó y trató de hacer el menos ruido posible para no 
despertara quién estaba roncando aún, a pesar de que ya 
eran las nueve de la mañana. Con sigilo se escurrió hasta 
el baño, allí en un espejo grande donde podía mirarse de 
cuerpo entero, se observó exhaustivamente, los minutos 
pasaron, y contando una a una las arrugas que veía en su 
rostro, los minutos se transformaron en horas.
Fue tan corta su juventud, tan poco lo que vivió y ya a los 
veintiún años cargaba en brazos a un hijo, sin poder ni querer 
escaparse de la responsabilidad que esto le acarreaba.
Entre lavar ropa, cocinar, limpiar, ordenar, convertirse en 
doctora, psicóloga y profesora sin haber estudiado para eso, 
las horas pasaron, los días se le escaparon y los años se le 
acumularon.
Sonrió, y una gruesa lágrima rodó por sus mejillas, su tierno
corazón de niña sintió que era aplastado por el peso de muchos 
años, se constriñó, intentó tragar su saliva pero esta se le atascó
en su delgado y arrugado cuello, volvió a sonreír y nuevamente 
una lágrima rodó por su mejilla, volvió a sonreír, y lo volvió a hacer 
una y otra vez, ahora no sonreía, a ese punto reía, y con su risa 
despertó al hombre que roncaba, a sus hijos, jóvenes sanos y 
llenos de energía, los que corrieron hasta donde se encontraba 
ella y asombrados la miraban, su marido en pijama sin saber 
bien lo que le ocurría a su mujer, la abrazó fuerte pero 
delicadamente, ella, miró a su esposo, miró a sus hijos, a su 
alrededor, vio que en cada uno de ellos, había un pedazo de 
su corazón, les dijo que los amaba más que a nada en el mundo, 
y que a pesar de haberse saltado una etapa de su vida, daba 
gracias al cielo por regalarle unos hermosos hijos y a un gran 
compañero, que siempre ha sabido valorarla y que la ama con 
arrugas y todo incorporadas.
Elevó la vista al cielo y dio gracias a Dios, por la bendición de 
tener una familia.

Mónica.
Ruth Mónica Muñoz R.
Derechos de autor
Chile.

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